Y llegaron los 30 años

Mañana me hago mi resonancia de control. Como te había contado, mi médico quiere saber si el medicamento ya no está haciendo efecto.

Las resonancias magnéticas siempre tienen el mismo efecto en mí. Me pongo nerviosa porque los lugares cerrados me dan miedo pero, además mi cerebro me juega malas pasadas y comienzo a imaginarme historias de terror mientras estoy dentro de la máquina. En esa hora y media o tal vez dos me hago una película que tú no te imaginas: pienso que va a haber un terremoto, todo el mundo va a salir corriendo y se van a olvidar de mí ahí adentro. El problema es que con esas batas de hospital no puedo llevar mi funda de ProCan (comida para perros) para que los perros rescatistas me encuentren y eso me pone más ansiosa. *risas grabadas *

Con el tiempo he aprendido a hacer música con los sonidos que hace el resonador. Les pongo letras, como para no aburrirme o llorar del miedo. Ojalá una de esas canciones la escuchara algún productor, como para que se ría de mí y conmigo o me haga millonaria. No sé.

La verdad es que es me incomoda mucho el tiempo de estar ahí metida, con la sensación de estar enterrada porque yo de momento no me quiero morir.

La cosa es que esta vez me dan miedo los resultados. Cambiar de medicina significaría que la EM está avanzando y no estoy de humor para eso: sería como empezar de nuevo. Por otro lado, quiero saber qué me está pasando, y quiero saberlo con urgencia.

El sábado cumplí 30 años. Hice una fiesta que estuve por cancelar dos veces porque la fatiga no se ha ido. Pero, al final, me tomé una pastilla para estar a la altura de la situación.

No sé si estuvo bien pero bailé mucho, abracé a todos mis amigos y no sé qué opine mi cuerpo sobre llevarlo al límite, pero el corazón se siente calientito después de ver a la gente querida.

Este año ha sido de experiencias hermosas y no he parado. Espero que el tiempo no me esté cobrando una factura muy alta por mi forma apresurada de vivir, de hacer las cosas hoy porque mañana no sé si pueda.

Escribo esto desde los nervios que tengo y la alegría de saber que he vivido haciendo lo que me ha dado la gana. Ya subiré los resultados, ya te contaré qué pasó. La única certeza que tengo de momento es que tengo una cana nueva y eso, querido lector, es otro síntoma de estar viva.

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De discapacidades y otros demonios

Lo mínimo que una enfermedad degenerativa puede causar es una discapacidad. Pero ¿qué es una discapacidad? Pues a mi modo de ver las cosas es una dificultad para hacer algo de la manera convencional.

Partamos de que yo considero que no existen las cosas “normales”. Lo que tenemos en la vida diaria es lo cotidiano, lo que vemos en la mayoría de los casos. Por eso no hay una división entre personas normales y personas con discapacidades.

Sí, el término correcto es persona con discapacidad. No “capacidades especiales”, no minusválidos, porque de esta manera le damos a las personas una condición distinta y no la calificamos o descalificamos. Yo sé que para algunas personas esto no tiene importancia, pero tal vez sea una maña de una comunicadora que cree en el poder constructivo de la palabra, espero me sepas disculpar.

Pero bien, en mi país, Ecuador, cuando tienes una enfermedad degenerativa puedes acceder al carné de discapacidad, que no es más que una acreditación para varios “beneficios” que te da ser parte de un grupo vulnerable.

Había pasado poco tiempo de mi diagnóstico y mi mamá me dijo: “las enfermedades catastróficas aplican para el carné de discapacidad”. Sin titubear le dije: “ni se te ocurra” y, claro, ella no volvió a decir nada.

Lo que pasaba es que yo tenía miedo y en esa época estaba luchando por curarme. No tenía ninguna secuela de la primera crisis y, según yo, estaba bien. No sé si era lo correcto, pero les cuento que no quería saber nada de eso.

El tiempo pasó y mis siguientes tres crisis fueron en las piernas. Nunca hice rehabilitación, estaba débil y cansada pero quería ir a un concierto con mis amigas. Claro, algo que recién me di cuenta es que mi equilibrio había sido afectado y ya no podía estar de pie mucho tiempo. En mi situación, estar parada significaba el doble esfuerzo por estar preocupada en no caerme y hacer esfuerzo para estar de pie. Ese concierto fue el último en el que hice fila.

Sí, accedí a sacar el carné de discapacidad por un concierto. No recuerdo de quién era, pero el dolor de piernas era terrible, así que decidí que debía aceptar que no podía hacer largas filas ni esperar parada tanto tiempo. Esta es información útil para que no me dejen plantada. *risas grabadas.

La esclerosis múltiple en el Ecuador es una enfermedad que afecta de 3 a 5 personas por cada 500.000 habitantes. Eso significa que muy pocos la conocen. Por eso, cuando fui a sacar mi carné de discapacidad y me vieron como si nada me pusieron el 30{4f4d4c7e401441dbc03d17b49b40f4ac1d1c927b9044d8aaa0e9d92533d3f547} de discapacidad, así al ojo. No vieron mis lesiones en el cerebro, no me pidieron mis exámenes. Solo me vieron y ya.

A mí ese carné con 30{4f4d4c7e401441dbc03d17b49b40f4ac1d1c927b9044d8aaa0e9d92533d3f547} me servía para no hacer fila en los conciertos o, mejor dicho, para para que me crean que no podía hacerla. Aquí en Ecuador la discapacidad significa silla de ruedas. No hay otra concepción. Como yo puedo caminar y hay días cuando parece que no tengo nada, pues me dieron el mínimo.

Pero hay muchas clases de discapacidades: las cognitivas, que definitivamente no se ven, y las físicas que no significan silla de ruedas o muletas necesariamente. Tal vez la señalética nos ha hecho daño, porque consideramos las sillas de ruedas como la única discapacidad, pero en Quito tenemos lugares seguros en caso de que Godzilla o los OVNIS nos ataquen y eso no quiere decir que debemos tomarlo de forma literal.

Bueno, ahora les voy a contar un par de historias sobre vivir y convivir con una discapacidad. Una vez cando fui a un centro comercial con mi mejor amigo no estaba caminando muy bien y el almacén al que íbamos estaba un poco lejos así que dejé mi carné en la ventana del auto y al bajarme el señor de seguridad me dijo: “Ese es un lugar para personas con discapacidad”.  Señalé la ventana y le dije: “ahí está mi carné” a lo que él respondió: “pero yo le veo muy bien”. Sin querer armar relajo solo le respondí: “gracias, pero eso no me quita mis derechos”. Alvarito, mi amigo, sintió la necesidad imperiosa de explicarle mi diagnóstico al señor pero yo me fui.

Con el tiempo te ahorras la fatiga de las explicaciones. Cuando estoy bien no utilizo los parqueaderos preferenciales porque estoy segura que hay quienes los necesitan más en esos momentos. Eso sí, la fila preferencial la utilizo siempre.

El otro día una señora comentaba en voz alta con otro señor que la fila en la que yo estaba era solo para la tercera edad. No se aguantó las ganas, se acercó y me dijo: “Esa es la fila para la tercera edad”. Respiré y le dije: “Sí, es la fila para mujeres embarazadas, personas con discapacidad y la tercera edad. Es más, usted debería hacerla conmigo”. La señora no tenía más de 50 años, pero yo ya no peleo. Si alguien tiene el tiempo de meterse en la vida de los demás pues debe esperar respuestas que no le gusten.

Pero la experiencia más dolorosa en esto de las discapacidades la tuve el día de la graduación de mi hermano. Yo estaba en una silla de ruedas, pues estaba muy débil, y cuando llegué no había espacio para mí en la sala. La persona que asignaba los puestos se sorprendió y le pedí que retire dos sillas para “parquearme” ahí. Lo hizo de forma muy ágil y me ayudó a ocupar ese lugar. En cuanto acabó me dijo: “Ya. Ahí no estorbas”. Por suerte estaba muy cansada como para insultarlo y solo le pedí que se retire.

“No estorbas” ¿Qué clase de comentario es ese? ¿Las sillas de ruedas estorban? Sobre cada silla de ruedas hay una persona, eso se nos olvida. Me dolió, tengo que confesarlo, porque era verdad. Porque las personas con discapacidad deberíamos quedarnos en las casas y no salir. ¿Qué nos está pasando?

En la siguiente crisis me hice evaluar para el carné de discapacidad. Esta vez me dieron el 81{4f4d4c7e401441dbc03d17b49b40f4ac1d1c927b9044d8aaa0e9d92533d3f547}. Sí, estaba mal. Pero me advirtieron que no debía “calificarme” mientras estaba en una crisis. Pero la EM es una enfermedad complicada. No todos los días estoy bien, ni todos los días estoy mal y es un acto de consciencia utilizar el carné cuando estoy bien o mal.

Este dichoso carné te da “beneficios”. Por ejemplo, en Paris no pagamos ninguna entrada a los lugares turísticos. Maravilloso, pensaban todos mis amigos que viajaban con nosotros. Me daba chiste de esa especie de “envidia” que producía no pagar las entradas. Pero les prometo que vivir con EM no justifica las entradas gratis o no hacer filas.

En fin, vivir con una discapacidad puede ser más complicado de lo parece. Aceptar la nueva condición toma un tiempo… a veces más, a veces menos. Pero no hacer fila y pagar la mitad de los pasajes puede hacer esto más llevadero *les saca la lengua*

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¿Qué se siente tener esclerosis múltiple?

Un día alguien me preguntó: ¿Qué se siente tener Esclerosis Múltiple? Y para ser sincera, no me acuerdo cómo era no tener EM.

La Esclerosis Múltiple hace que estés consciente de todo. Y para que entiendan que es “todo” quiero cambiar y esta vez preguntarles algo: ¿Cuándo fue la última vez que se alegraron por poder darle un abrazo a un ser querido? Pues de eso hablo, que un día tus brazos amanezcan débiles y no puedas sujetar cosas o que el simple contacto te duela hacen que cada vez que das un abrazo lo valores mucho.

Yo, que soy una amante empedernida de los abrazos y que cuando hablo muevo mis brazos como si estuviera traduciendo a lenguaje de señas, de verdad que aprecio mucho poder moverlos.

Cuando tienes EM debes estar pendiente de todos los detalles. Te vuelves una experta en calcular distancias, cosa que antes no lo hacías ni en broma. Ahora sé cuánto hay que caminar de un lugar a otro y en dónde podré parar, por ejemplo.

Aprendes a dosificar la energía, que es algo muy complicado, porque mientras dominas este fino arte tu frase preferida será “no podré asistir”. Te vuelves cinta negra en elegir, por ejemplo si irás por un café tarde o saldrás en la noche. Los amigos no lo comprenderán siempre, pero no necesitan entenderlo porque los amigos te quieren y con eso basta.

También se siente miedo porque cada día es muy distinto al anterior. Como cuando vas a un parque de diversiones y te has hecho diez montañas rusas y cuando llegas a la once sientes los mismos nervios que en la primera porque cada una es una experiencia diferente. Así mismo es la EM, porque hace que descubras nuevas habilidades, como aflojar las tapas de las botellas con un cuchillo para no tener que hacer tanta fuerza con las manos.

Tener EM se siente divertido cuando tienes que ingeniarte para hacer cosas de una manera distinta y se siente mejor cuando aprendes a dejar que te ayuden porque dejar que lo hagan no es malo: las personas lo hacen por cariño.

Por ejemplo, yo empiezo las mañanas cuando elijo la ropa que me pondré. La ropa no puede ser muy abrigada porque indiscutiblemente el calor es nuestro enemigo número uno pero tampoco muy fría porque a veces el frío causa dolor. Los zapatos son importantes. Tomando en cuenta que el equilibrio se ve afectado, siempre será mejor algo que te permita tener un mayor contacto con el suelo. Las blusas con botones no son para todos los días, porque dependerá de cómo están tus manos ese día y así con todo.

Estás tan consciente de todo que te cansas y te sientes triste y es normal. Yo no puedo hablar de mucha normalidad, pero la tristeza es necesaria. Así que cuando te sientas bien serás doblemente feliz porque para mí así funciona: ya estuviste mal y ahora tienes la oportunidad de hacerlo de nuevo.

Creo que, para ser sincera, cuando tienes EM no se siente raro, se siente menos, no sientes los brazos, las piernas, la lengua… pero rara, lo que es rara no te sientes porque te adaptas a esta nueva vida, te acostumbras a ser más cuidadosa y creo que ese día ganas una gran batalla.

Al final, la EM se siente como se siente cualquier otra condición: distinto, pero dentro de lo humano es igual que todo, porque no hay gente completamente “normal”. ¿O tú sí conoces a alguien así?

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La colita es mía, es mía doctor… la inyección no, no, no

Para empezar esto debo decirte que la relación con el médico es fundamental. Vamos, estamos poniendo la vida en manos de alguien, lo mínimo que podemos pedir es que nos caiga bien.

Por ejemplo, mi médico (el hombre al que no le tiembla la voz para decirte que esto es degenerativo, que probablemente en uno años no puedas hacer las cosas sola) es mi especie de confidente. A mí me parece importante que él sepa con quién salgo, si me rompieron el corazón, si estoy feliz en el trabajo, si mis amigas ya tienen hijos y todo lo demás. ¡EXACTO! Sabe de la existencia de todos ustedes. (Si eres un ex sí, me dijo que te deje… jajajaja) Continue reading “La colita es mía, es mía doctor… la inyección no, no, no”

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Mucha vida en un cuerpo cansado

Cuando alguien te dice “me duele la cabeza” conoces de inmediato la sensación. Cuando alguien te dice “no siento el brazo” se entiende el sentimiento, pero cuando alguien te dice “estoy agotado” la mayoría de las personas lo relacionan con pereza, flojera o vagancia.

Por eso hoy quiero hablarte de la fatiga crónica, otro de los síntomas de la esclerosis múltiple (EM) y,  tal vez, el más complejo de explicar. Continue reading “Mucha vida en un cuerpo cansado”

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No te olvido

Hablando de exes, quiero contarte la facilidad con la que las personas con esclerosis múltiple (EM) nos olvidamos de todo. Tenemos una memoria privilegiada. Te ayuda a olvidar los malos ratos; ya quisieran ustedes olvidar a los exes con la facilidad con la que olvidamos nosotros. Las iras no nos duran más de horas porque olvidamos la razón por la cual se causaron y así…

Todo lo dicho es mentira. Te conté que no sé mentir porque para ello se requiere una gran memoria y las personas con EM no la tenemos. Una de las afectaciones que no se ven pero que existen es esa. Continue reading “No te olvido”

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Citas, citas, citas

Al post anterior le faltó un “¿qué se siente salir con alguien con esclerosis múltiple?”, pero para eso debía preguntarle a algún ex y ya saben… Yo me llevo bien con todos pero me resultó un poco incómodo preguntarles. Así que, querido ex, si estás leyendo esto y te gustaría compartir lo bruja que soy o lo bien que la pasamos, aquí tienes tu espacio.

Pero cualquier persona con cualquier enfermedad crónica es un experto en citas. Ya sabes, sabemos de esperar pero injustamente nos llaman “pacientes”. Esa no es una cualidad de ninguna persona que esté enferma pero vaya que sabemos de citas. Continue reading “Citas, citas, citas”

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¡Que se calle la Velcro!

Yo quería saber qué se siente estar al lado de alguien con EM, así que les pedí a personas muy queridas que me cuenten, porque yo no podía hacerlo de una manera objetiva.

Cuando revisé lo que gentilmente habían escrito para mí me di cuenta que no podría hacerlo, que lo que todas dijeron era demasiado generoso, así que le pedí a mi amiga @Sylviazul, a mi hada, que me ayude y ella hizo un trabajo magnífico. Este relato pretende contar qué sienten los amigos, los compañeros de trabajo, los jefes. Guillermina se excusa, porque dijo que no puede ser objetiva.

Les dejo aquí este bondadoso texto de Sylvia y me callo un rato. Continue reading “¡Que se calle la Velcro!”

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Una carta de amor

te-quiero

Hace tiempo ya que nos conocemos y hoy he decidido decirte que te quiero.

¿Cómo no quererte si estás todo el tiempo en mi cabeza?

Lo nuestro no fue un amor a primera vista. Eso solo pasa en las películas. Lo nuestro fue más natural, de esas historias que se cuentan mirando al pasado con un “al inicio me caías mal”, pero qué bonito terminan.

¿Mariposas en el estómago? Por ti me hormiguea todo el cuerpo, me pongo nerviosa, ansiosa y a veces no puedo dormir. Es que me quitas el sueño.

No te has apartado de mí, estás ahí, incondicional. Te haces presente pero me enseñaste a valorar tu ausencia. Nos hemos dado los tiempos necesarios, siempre, pero somos inseparables.

Me haces fuerte. Gracias a ti he descubierto cosas de mí que no sabía. Me cambiaste la vida de tantas formas, pero de eso se trata el amor.

Me encantan nuestras historias, lo incierto, lo inesperado, el tiempo compartido. Y aunque peleamos, como todas las parejas, tenemos un trato inquebrantable: yo no me quejo y tú no me haces daño.

Contigo pude conocer a las personas que estaban cerca, por ti se alejaron quienes no debían estar más y tuve la oportunidad de conocer a grandes nuevos amigos. Me diste perspectiva.

Te quiero, porque eres parte de mí. Porque eres mi cuerpo, porque no debo luchar contra ti, porque eres yo pero tú no me defines.

Te quiero esclerosis múltiple porque así todo es más llevadero. Te quiero.

Continue reading “Una carta de amor”

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Hay que elegir las batallas

Nunca habías escuchado sobre la EM (Esclerosis Múltiple), como yo, pero de pronto un día te despiertas y TODOS hablan sobre ella.

Prendes la televisión y una actriz tiene EM, prendes la radio y alguien llama para hablar sobre EM, tomas una revista y hay campañas sobre EM. Y piensas “todos lo sabían y yo nunca me enteré”. Empiezas a vivir una especie de The Truman Show. Continue reading “Hay que elegir las batallas”

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