El otro día aprendí que los sentimientos son engañosos: no siempre sentimos lo que sentimos. Bueno, voy a tratar de ser más clara. Cuando en la oficina estoy muy enojada, tengo un compañero que me pregunta si ya almorcé. Y cuando la respuesta es no, entonces no es que estoy enojada, sino que tengo hambre. ¿Les ha pasado? *risas grabadas
Soy mucho de escuchar a mi cuerpo, pero me cuesta mucho escuchar lo que siento. De hecho, puedo recordar una época de mi vida en la que cuando estaba feliz, estaba enojada. Cuando estaba triste, estaba enojada. Cuando estaba enojada, estaba muy enojada. En esa época decidí ir a terapia, era lo más lógico, porque era evidente que no estaba bien.
Pero no puedo adentrarme en el manejo de sentimientos. Te voy a hacer una infidencia. Ahora que estoy a días de entrar en mi segundo ciclo de Alemtuzumab, es decir, volver a resetearme el sistema inmunológico pero esta vez en medio de una pandemia, estoy en una marea de emociones y de eso quiero hablar.
Mi vida transcurre entre un millón de ocupaciones: mi trabajo, las movidas para la medicina, los exámenes previos y los papeles del hospital. Al mismo tiempo, tengo que saber de mis amigos y amigas, cómo están viviendo la pandemia en sus encierros, quienes están viviendo el COVID de manera más cercana, a los que les rompieron el corazón, todo. Vivo con mi mamá, tengo que tratar de ser una buena hija y no dejar que todo me absorba. Todo esto para decirles que estoy en una montaña de emociones.
Hay momentos cuando quiero sentarme a festejar que voy a tener el tratamiento. Después recuerdo que hay mucho riesgo y me entra el miedo. Veo todo lo que está haciendo este virus en el mundo y se me rompe el corazón. Y todo esto trato de enfrentarlo con una sonrisa y haciendo chistes.
Los chistes no siempre significan felicidad. He llegado a la conclusión de que son una forma de defensa, la mejor que tengo, la que me ha traído hasta acá. Y me gusta, pero está bien aceptar que no todos los días son buenos y que sentimos algo más que optimismo, que también nos enojamos y es justo.
A mí me sirve darles plazo a las emociones que no me mueven. Por ejemplo, la tristeza tiene el poder de paralizarme, de quitarme las fuerzas. Entonces, cuando la siento me aseguro que sea tristeza, la siento profundamente y dejo que se vaya. Cuando tengo iras me aseguro de que no sea tristeza. Pero la diferencia es que la ira me mueve a hacer cosas, entonces la aprovecho y dejo que se vaya. La felicidad me hace sentir cómoda, entonces la disfruto y voy al siguiente plan. Tampoco hay que quedarse en la comodidad mucho tiempo.
Es cierto, las emociones son difíciles de manejar, por eso casi repruebo la clase de “Inteligencia emocional” en la maestría, pero creo que, si le dedicamos un tiempito y nos sinceramos con nosotros mismos para saber en verdad qué es lo que está causando cada emoción, podremos manejarlas mejor.
Hoy, estoy emocionada porque después de mi tratamiento tendré una nueva y mejor vida, pero tengo miedo y eso hace que a ratos me confunda y me enoje. Lo importante es saber que tendré una nueva oportunidad y tengo fe.
Así que ahora debo despedirme de blog hasta después del tratamiento, espero que todo pase pronto, mientras tanto, si están tristes o mal genios, verifiquen si no es hambre, siempre puede ser hambre.
